Madrid tiene puerto. Un puerto seco, claro está, puesto que la provincia no está bañada por ningún mar. Se le denomina así porque es un punto de encuentro, una terminal intermodal donde llegan cargas, contenedores de camión completo que han llegado a la península a través del transporte marítimo y que se acercan al puerto seco a través de transporte terrestre: el tren o por carretera. De esta forma se facilita el transporte internacional y el transporte de mercancías que, llegadas desde ultramar, son manipuladas en una zona de interior.
El puerto seco de Madrid se une al aeropuerto Adolfo Suárez de Barajas, el centro ferroviario de Abroñigal y Mercamadrid, configurando el mayor y mejor despliegue logístico del país que aglutina el 80% de volumen de negocio de las empresas más importantes que operan en España. A este punto logístico se le une un gran despliegue de infraestructuras que hacen posible la intermodalidad y la inmediatez tanto en la gestión de mercancías como en el transporte de las mismas.
Situado en Coslada, Madrid tiene el privilegio de alojar el primer puerto seco de estas características, ideado con el objetivo de ampliar el hinterland (zona de influencia) marítimo de España y aproximar la actividad portuaria al centro de la península. En tan solo diez años ha podido multiplicar su capacidad operativa y de gestión, moviendo anualmente más de 100.000 toneladas de mercancías.
Madrid cuenta además con la ventaja de contar con el tercer ferrapuerto a nivel mundial, tan solo detrás de Tokio y París, que apoya el puerto seco y que tiene como objetivo ser la plataforma más importante del sur de Europa para la gestión y operativa del tráfico internacional de mercancías (y las industrias colaterales que intervienen en el proceso de embalaje, etiquetado, desconsolidación de carga, etc.).
En resumen, el puerto seco de Madrid apoya la logística del transporte.