El transporte marítimo sigue siendo en la actualidad uno de los sectores más importantes del transporte a nivel mundial. Versátil y flexible, el transporte marítimo permite enviar diferentes tipos de mercancías dependiendo de los puertos de salida y llegada, los buques, etcétera. Por ello, es una alternativa perfecta para realizar cualquier tipo de transporte internacional comercial.
Básicamente existen dos grandes modalidades dentro de este transporte. La primera es el transporte marítimo de mercancía en régimen de fletamentos, en la que todo el buque está dedicado a dicho transporte, navegando cargado de contenedores. Este tipo de transporte es ideal para el tráfico de grandes volúmenes de mercancías, como graneles líquidos o sólidos y productos industriales. A la hora de realizar la contratación para este tipo de transporte existen tres opciones básicas: a casco desnudo (alquilando el barco por completo, lo que asigna total poder sobre la designación de tripulación y capitanía), por viaje o por tiempo.
La segunda opción es realizar el transporte marítimo en línea regular, perfectamente adecuada para cargas más pequeñas que la anterior, pero con la ventaja de poder abaratar costes. En estos contratos hay que tener en cuenta los gastos incluidos en el flete, que son los términos que establece la naviera para cada caso.
La elección por una u otra modalidad se basa, principalmente, en aspectos prácticos relacionados con la naturaleza y volumen de la carga. Hay que pensar que los mayores buques contenedores disponen de una capacidad de 165.000 toneladas de peso muerto, lo que da buena cuenta del enorme volumen de negocio necesario para utilizar uno de esos barcos en régimen de fletamentos. También, por extensión, da buena cuenta de la importancia económica que el transporte marítimo tiene, como ha tenido ya históricamente, en nuestra sociedad, hasta el punto de haberse creado las llamadas “autopistas del mar”.