El afán comercial del hombre quedó marcado con el descubrimiento de la máquina de vapor, que comenzó a mover unos barcos con inscripciones como “transporte internacional de mercancías“, en ambos lados del buque. Sin duda, revolucionó todo lo que conocemos, hoy en día, como transporte marítimo, en su más amplio concepto.
Esta realidad no pasó desapercibida para los inventores de aquella época, quienes centraron todos sus esfuerzos en el transporte terrestre, tanto para el transporte de mercancías como en el destinado a pasajeros.
El primer camión completo se movía a vapor, pero el uso de la electricidad y, más tarde, el descubrimiento del motor de explosión o motor Otto (en homenaje a su descubridor) marcaron un antes y un después en el mundo del transporte.
Así, nacen los primeros camiones con motor de gasolina, a principios del siglo XX, con el diseño e ingeniería de la casa FIAT; o los conocidos camiones semioruga, de la casa Citroën, que protagonizaron la primera travesía motorizada del Sáhara, en 1922.
Pero no deja de ser curioso, cuando esbozamos la historia de los camiones, la existencia de los genios de la casa de Dumper Hansa-Lloyd, quienes lograron un motor para camiones con propulsión eléctrica, en 1920.
De esta manera, comienza la fabricación de distintos modelos de camiones para diversas funciones: el camión botellero o el capitoné, con el interior acolchado para no dañar los muebles en su traslado, son algunos ejemplos.
Estas y otras necesidades del hombre, en su evolución y contacto con el mundo del transporte, protagonizan lo que hoy se ve como algo normal por las carreteras de todo el mundo. Una realidad que no hubiera sido posible, sin la necesidad del comercio o intercambio de mercancías entre diferentes culturas del planeta, el cual, cada vez, está más poblado de esos grandes vehículos sobre ruedas que hoy se conocen como camiones.